Sueño azul





Sueño azul

La mandaron a dormir. Otra vez a dormir cuando la noche recién empezaba. A veces cree que es un gato. A los gatos le gusta la noche porque pueden andar por los techos sin que nadie los rete. A ella le gusta la noche porque están la luna y las estrellas.

 Dibujó una luna en la parada del colectivo, en el cartel de la panadería y en el techo de la habitación. Lleva una en el bolsillo y cada vez que está nerviosa, la toca y se calma como el agua de una laguna cuando no hay viento.

Mirando la luna se va durmiendo. La consuela saber que soñará con ese cielo que mira por la ventana.

 Una vez, el cielo de la noche quedó negro. Hubo gran alarma en los observatorios y los astrónomos no podían entender que había pasado.  La luna no estaba, esa noche se escapó del cielo...

 

Niña: (entredormida) No mamá, no quiero ir a la escuela

Luna: Hola niña, soy yo la luna.

Niña: (extremadamente contenta salta de la cama) Lunaaaaaa, no te puedo creer. Tantas noches soñe con verte. ¡Que alegría!

Luna: Vine a visitarte niña, porque te he visto noche tras noche espiarme a través de tu ventana.

 

La luna la lleva en su regazo a dar un paseo por el cielo. Así estuvieron, volando la luna y la niña por un buen rato.

Niña: Que linda es su casa doña luna. Siempre soñé con venir aquí. Me imaginaba que subía en una escalera de nubes.

Luna: Pero eso no es posible, las nubes no se pueden tocar ni subirse en ellas. Son tan blandas que se deshacen entre las manos.

Niña: Yo creía que eran de algodón. Así blanditas, como las almohadas que me hace mi abuela.

Luna: No, están hechas de agua, son como los estornudos del cielo.

Niña: Bueno, pero ya me trajiste vos.  Ahora si voy a poder andar por ahí, saltando de estrella en estrella.

Luna: ooo, no no no mi niña. Las estrellas son enormes bolas de gas caliente en combustión.

Niña: ehhh, que es eso?

Luna: Son parecidas al sol. Están muy muy calientes. Podrías quemarte.

Niña: ¡¡Que aburrido!! Desde la ventana de mi pieza todo se veía mucho más divertido, emocionante.

Luna:

Luna: Yo no tengo luz propia. Solo reflejo la luz del sol. Es la oscuridad de la noche la que me permite brillar.

Niña: Pero... y entonces, esas noches donde mi habitación era iluminada por vos, no eras vos?

 

Luna: Ya se está haciendo muy tarde, digo muy temprano. El sol se enojará si nos encuentra por aquí charlando. Deberíamos regresar.

Y así, la luna llevo de regreso a la niña hasta su cama. Al otro día, cuando despertó lo primero que hizo la niña fue abrir la ventana. Para su asombro notó que no había nada, estaba en blanco. Entonces allí entendió que podemos conformarnos con el cielo que vemos por la ventana, o crear tantos cielos como los que podamos imaginar.

 

 

Se había hecho un  hilo de agua plateada  finito como una lombriz. Bajó a la habitación de la niña y entró por la cerradura.  No sintieron miedo. Pasaron horas charlando sobre los cometas y los eclipses. La niña quería subir en una escalera de nubes para conocer su casa.  La luna, un poco sabionda, le dijo que eso no era posible, que las nubes son tan blandas  que se deshacen entre las manos: las nubes son de agua,  son como los estornudos del cielo. Le dijo.                             ¿Y cómo es tu  casa? La luna le contó sobre su mamá, la Lunapacha, sobre el lenguaje de las estrellas,  que charlan bailando como abejas. Como sus cartas viajan con luz y llegan a todas partes.  Y le contó un secreto, muy importante: estoy hecha del misma carne de la tierra,  la misma carne de los árboles , la misma carne tuya. Estoy en vos y en todas las cosas, y estás en mi y en todas las cosas. Cada vez que estés en el patio de la escuela con tus amigos o en la plaza y yo me asome, abrí los brazos grande grande, porque te voy a estar abrazando.